La flora bacteriana y los probióticos

El hombre se relaciona íntimamente con el mundo exterior. Aparentemente, es la piel el principal órgano encargado de esta función de relación del ser humano con el mundo. Pero analizando en profundidad todas las zonas del cuerpo es  el tubo digestivo el lugar con mayor superficie de contacto. El tubo digestivo tiene múltiples pliegues y vellosidades que consiguen una enorme superficie de contacto.

Todas las zonas de contacto con el medio exterior, la piel y todas las mucosas, son una primera línea de defensa y se denominan barreras corporales, con una destacada función inmunitaria. Reconocen las sustancias con las que el cuerpo entra en contacto y deben reaccionar de una forma concreta y adecuada frente a ellas. Las barreras corporales son en realidad una triple capa de defensas: las propias células del tejido, la mucosidad y los productos secretados por dichas células junto a la abundante cantidad de microorganismos que conforman la flora de las mucosas. La flora intestinal cobra una importancia relevante debido a su tamaño, siendo la auténtica primera capa de protección frente a la entrada de patógenos del medio externo.

Esta flora está formada por multitud de especies de microorganismos que encontramos en toda la longitud del tubo digestivo. Aunque no todas las especies de microorganismos cumplen funciones beneficiosas para el organismo una flora equilibrada, con estas especies “no-beneficiosas” controladas, dispone de múltiples funciones:

actividad metabólica– con la producción de sustancias imprescindibles para el organismo (aminoácidos, vitaminas,…) y en la degradación de muchas otras.

protección de la capa de células del propio tracto intestinal.

regulación del sistema inmunitario.

Cuando existe una alteración en el equilibrio de la flora, tanto en la distribución de las especies que la conforman como en su proporción o cantidad, hablamos de problemas de disbiosis.

Son variadas las posibles causas de una disbiosis intestinal. En general advertiremos del desequilibrio que provocan el uso de antibióticos (tanto los utilizados como medicamentos como presentes en algunos productos de alimentación) y el tipo de dieta que se aleja de nuestra reconocida dieta mediterránea (especialmente preocupante es el elevado consumo de hidratos de carbono refinados como pasta, pan y bollería).

Los principales síntomas y signos que comportan una disbiosis afectan a las funciones digestivas e inmunitarias. De todos ellos destacamos: estreñimiento, sensación de hinchazón, flatulencias, diarreas, alergias, intolerancias a ciertos alimentos, picores, trastornos del estado anímico, cansancio,…

El re-encuentro con unos correctos hábitos nutricionales y la realización de una dieta saludable debe permitir reequilibrar nuestra flora en las distintas mucosas corporales.

Respecto a la dieta, debemos recordar la importancia de consumir pescado azul, frutas y verduras, especialmente alimentos como el ajo, la cebolla, los puerros  y puerros y evitar alimentos con una alta carga de azúcares (principalmente los hidratos de carbono refinados).

Para favorecer este reequilibrio existen en el mercado multitud de complementos que directamente contienen estos microorganismos beneficiosos, incluso en formato de alimentos preparados (como yogures). Debemos ser cautos y valorar posibles efectos perjudiciales de este tipo de alimentos.

Los suplementos dietéticos con probióticos no suelen disponer de contraindicaciones y pueden ser tomados a cualquier edad para aprovechar sus beneficiosas propiedades. Suelen usarse en trastornos del aparato gastrointestinal (estreñimiento, gastroenteritis, diarreas,…) y trastornos de la función inmunitaria como infecciones repetitivas (otitis, infecciones de orina,…), alergias e intolerancias alimentarias. También se recomiendan tras la toma de ciertos medicamentos, como los antibióticos.

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