La mayor parte del trabajo que desempeñan los fisioterapeutas y osteópatas incide sobre el tejido conjuntivo, un tipo de tejido que incluye a los huesos, cartílagos, tendones, ligamentos, cápsulas, fascias, piel…

El trabajo manual, la fisioterapia, el tratamiento mediante los distintos aparatos de rehabilitación, las infiltraciones, etc., consiguen, en algunas ocasiones, reducir el dolor y paliar las molestias originadas en estos tejidos. A pesar de ello, mejorar la estructura del propio tejido y su calidad resulta mucho más complicado, siendo frecuentes las mejorías incompletas del proceso, las recaídas o incluso las recidivas.

Esguinces de repetición, fibrosis ligamentosas donde el tejido queda abultado y con un leve edema permanente (con una “bola”), tendinopatías y tendinosis que no siguen un patrón mecánico de dolor (dolor en la cama,…) ni una cadencia determinada (un día me duele y otro no), artrosis con dolores episódicos (que duelen durante los cambios de tiempo, en reposo,…), fracturas que tardan en consolidar o no consolidan (pseudo-artrosis), cicatrices rígidas, con mal aspecto y/o fibróticas (queloides,…),… Todo este tipo de lesiones son las más frecuentes en los centros de fisioterapia y osteopatía.

Los profesionales de la salud encargados del proceso de recuperación persiguen, mediante el amplio abanico de técnicas existentes, mejorar la nutrición neuro-vascular del tejido lesionado. Para que el tejido pueda repararse y regenerarse deben existir un buen aporte y retorno de los distintos líquidos corporales (sangre, linfa,…) y una inervación óptima del sistema nervioso en todas sus facetas: sensitiva, motora, autónoma,…

Conseguir una correcta vía de llegada de las sustancias no garantiza un óptimo proceso de regeneración. La sangre, además de los mediadores y moléculas de comunicación (hormonas y citocinas) que dirigen la reparación (conjuntamente con el sistema nervioso), aporta los nutrientes básicos energéticos y estructurales. Pero, ¿contiene la sangre todo lo necesario para esta reparación?, ¿son suficientes los nutrientes básicos para que la regeneración sea óptima?, ¿la dieta actual moderna aporta al organismo estos nutrientes?

Desafortunadamente, los elementos nutritivos necesarios en la formación y reparación de tejidos no están siempre en cantidades suficientes para poder afirmar que la recuperación será plenamente satisfactoria.

Por un lado, la dieta actual dista mucho de una dieta saludable, “mediterránea”, por la calidad de los alimentos (hidratos refinados, conservantes, grasas hidrogenadas, frutas no maduradas en el árbol, variedades rentables de hortalizas,…), por la proporción de los alimentos de la dieta (grandes cantidades de carbohidratos, bajas cantidades de grasas de calidad y de proteínas,…), por la escasa variedad de los alimentos, por la frecuencias de las comidas,…

El cuerpo, en su intento de reparar los tejidos dañados, precisa una serie de sustancias muy concretas. Cuando estas sustancias no son suficientes, algunos elementos no tendrán la calidad estructural óptima. En consecuencia, los tejidos se reparan de forma inadecuada e insuficiente para el desarrollo de la actividad normal. Podemos afirmar que, aunque en la mayoría de ocasiones el proceso de reparación se completa, el tejido reparado pierde calidad en general y disminuyen sus propiedades básicas, como el grado de flexibilidad, elasticidad,…

En el tejido conjuntivo, el colágeno es el componente más destacado y que aporta gran parte de sus propiedades. Se trata de la proteína más abundante, no sólo del tejido conjuntivo sino de todo el cuerpo humano, representando más del 25% de nuestras proteínas totales. Se encuentra especialmente en tendones, ligamentos, huesos, piel,…